Ese día llovió sin parar, de todas las formas que pueden llover.
Salió corriendo, estaban por todos lados, se movían, me miraban
y de la nada apareció un manatí de saturno,
metió los pies en el lodo,
es como un circulo vicioso, siempre se vuelve al mismo punto.
Mi mano morada y dura, los ladrillos anaranjados.
El cielo se oscureció y las ardillas salieron a ver,
los perros miraban la luna y movían la cola,
y su corazón latía cada vez más fuerte, ya no podía pensar.
La poceta blanca era más bonita que ella,
sin embargo, levemente, escupió a su padre por haberle puesto ese nombre;
el mundo gira y yo pensaba en él.
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