Se sentó y recordó su infancia, se asomó una sonrisa en su rostro,
como fume ese día , quería un beso, de él.
A la vuelta de la esquina se encontraba un anciano moribundo,
cuando me levanté me di cuenta que tenía un pizza en el culo,
ahí grito, nadie lo pudo callar, estaba molesto;
no me parece que haya hecho eso.
Y felizmente la cama conservó sus cuatros patas.
Muchos creyeron que estaba muerto, pero de pronto abrió los ojos y mordió sus dedos,
el techo comenzó a desplomarse,
en la espera, el celular rojo titilaba, como un faro titila en la orilla del mar,
el olor a pescado era desagradable, tenía hambre,
me pregunto ¿Cómo me gustaba?
quería estar sola, estaba cansada de los ruidos de la ciudad,
las ganas, como me tientan hoy día.
Y es que así, la ignorancia es una bendición.
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